La primera
descripción moderna de síndrome demencial fue planteada por Elois Alzheimer en
1901, siguiendo en caso de su paciente Augusta durante 6 años. La demencia es
compleja, se centra en el descenso de la capacidad inteligente de un individuo,
afecta el ámbito cognitivo conductual, ya que además del deterioro intelectual
está acompañado de un desajuste de comportamiento, más bien se trata de “un
deterioro cognitivo-conductual, adquirido, degenerativo (en la mayoría de los
casos), multi-etiológico, que va a repercutir en la vida laboral, familiar y
social de la persona” (Acosta et. al. 2012).
El estado
demencial se define y se gradúa por la presencia e intensidad de la afectación
de los elementos cognitivos. Los elementos no cognitivos, son acompañantes casi
obligatorios en cualquier cuadro clínico demencial. En algunas enfermedades,
predominan unos frente a otros, mostrando una cronología de aparición
característica en cada enfermedad.
Los síndromes
demenciales requieren de una atención por parte de la sanidad pública, debido a
la creciente prevalencia e incidencia en el mundo, no excluyendo a la población
costarricense. El número de casos en nuestro país se desconoce, pero la OMS
estima que existen 35,6 millones de personas que padecen de Alzheimer en todo
el mundo, y además se calcula que cada 20 años se duplicaran los casos de esta enfermedad.
El diagnóstico de una demencia depende de muchos factores que
deben ser tomados en cuenta cuidadosamente. Cuando el cuadro demencial es
avanzado es muy fácil diagnosticarlo mientras los estadios iníciales requieren
de más experiencia y destreza por parte de los profesionales. La pérdida de la
memoria es la queja más común y el síntoma más persistente como señal de alarma,
pero hay que prestar atención a los demás factores que indican el padecimiento
de una demencia, por ejemplo: dificultades en la orientación, los problemas de
lenguaje, cambios en el carácter, errores en tareas complejas o que requieren de
cálculos, además prestar atención a la anosognosia (la incapacidad del paciente
de reconocer su enfermedad) por lo que debe siempre de haber un informante fiel
que pueda brindar información certera para dar un diagnóstico adecuado.
Para establecer un diagnóstico es necesario tomar en cuenta
la historia del paciente, antecedentes médicos y psiquiátricos, examen clínico neuropsicológico, descartar trastornos mentales, confusión mental
y otras condiciones potencialmente reversibles del
síndrome demencial (alteraciones del estado del humor, cuadros disociativos y otros);
identificar el estadio o intensidad del deterioro cognitivo “de tipo
demencial”; reconocer el perfil clínico del síndrome demencial, considerando tanto los elementos cognitivos
como no cognitivos, el proceso evolutivo, el curso del pensamiento y los
acompañantes motores (síndromes piramidal, extrapiramidal, parkinsoniano o
tónico-frontal); y conocer el contexto en el que está inmerso el paciente con deterioro
cognitivo o con demencia, para establecer acciones encaminadas a incrementar su
calidad de vida.
Entonces la demencia es “un síndrome que implica
generalmente una condición de deterioro cognitivo-conductual, que puede ser
ocasionada por diferentes enfermedades específicas.” (Acosta et. al. 2012).
Cuando hablamos de Alzheimer decimos que se encuentra en una
de las demencias más reconocibles por sus síntomas. El Alzheimer es una alteración
neurodegenerativa primaria que suele a partir de los 65 años, aunque en la
actualidad esta enfermedad ha afectado personas más jóvenes. En esta enfermedad
se experimentan cambios a nivel cerebral donde los tejidos se atrofian y también
se presenta una pérdida progresiva de la sustancia química que permite que las
neuronas se comuniquen entre ellas, esta sustancia es llamada acetilcolina que
se encarga de las funciones cerebrales más importantes como el aprendizaje, la
memoria y el pensamiento.
Las causas de esta demencia son desconocidas, se sabe que
intervienen muchos factores por ejemplo la edad en donde el promedio de diagnóstico
es de 80 años, aunque comúnmente suele afectar a personas de entre los 60 a 65
años, y en otros casos se ha presentado en personas hasta menores de 40 años;
existe una prevalencia de padecimiento del sexo femenino, afecta por igual a
todas las razas; existe el EA por herencia familiar en donde la variante de
patología se transmite genéticamente; mutaciones en el gen de la proteína precursora
de amiloide (APP) o en las presenilinas 1 y 2. También podría asociarse con
mutaciones en el gen de la apolipoproteína E (ApoE). Esta proteína está
implicada en el transporte y eliminación del colesterol. estas investigaciones,
la nicastrina activaría la producción del amiloide beta; y por ultimo los
factores medioambientales, como por ejemplo el tabaco se ha mostrado como un
claro factor de riesgo de la patología, al
igual que las dietas grasas.
Los síntomas del EA son:
-Trastornos de la memoria: Se experimenta perdida de la
memoria de manera progresiva, dependiendo del estadio más notorio e
incapacitante es, va afectando la realización de las tareas cotidianas y más simples,
hasta afectar las más complejas e intelectuales como hablar, comprender, leer y escribir. Los estadios se presentan
en: leve (pérdida de la memoria muy sutil, apatía, aislamiento y rasgos depresivos),
moderado (pérdida de memoria más notoria, se ve afectado el razonamiento y la comprensión,
apáticos y deprimidos) y grave (todas las áreas cognitivas se encuentran afectadas, no reconoce a las
personas ni a sí mismo, pérdida de la capacidad del habla, repite frases
inconexas, desorientación, muchos pierden la capacidad de caminar o sentarse, inmovilidad,
pierden control sobre sus funciones orgánicas, se ríen o lloran sin motivo, no
comprenden cuando se les habla, pueden presentar trastornos deglutorios, muchos
acaban en estado vegetativo).
-Alteración en el razonamiento
- La presencia de por lo menos uno de los siguientes: afasia (pérdida de vocabulario o incomprensión ante palabras comunes), apraxia (descontrol en la ejecución de actos,
como ponerse en botón de una camisa), agnosia (incapacidad para reconocer
estimulos y reaccionar ante ellos) y disturbios en las funciones ejecutivas
(planificación, organización, secuenciación, abstracción, etc).
-Pérdida de la capacidad espacial o desorientación
-Cambios de carácter, están muy irritables, apáticos, decaídos. Falta de iniciativa
y espontaneidad.
El EA puede verse correlacionado con la depresión ya que existe una fuerte interacción
entre ambas. Por lo que puede la depresión ser un factor de predisposición o
una consecuencia de la demencia, depende del paciente y su calidad de vida.
Los tratamientos más comunes son los farmacológicos pero los fármacos empleados para incrementar
los niveles de acetilcolina o modular los de glutamato, junto con el control de
las alteraciones del comportamiento (confusión, depresión, problemas de sueño y
agitación), la adaptación del ambiente en el hogar y las medidas para alentar y
orientar a las personas encargadas de atender a los pacientes, retrasan el
empeoramiento de los síntomas y brindan bienestar, dignidad e independencia a
los enfermos.
La vacuna, AN-1792, se basa en una forma sintética de la
proteína beta amiloide, proteína que conforma las placas en los cerebros de los
pacientes con Alzheimer y estimula al sistema inmunológico para eliminar las
placas ya formadas y evitar la aparición de otras nuevas.
Como prevención de las demencias en general es importante llevar una dieta
equilibrada baja en grasas y consumir grandes cantidades de vitamina E. Además es
de gran relevancia movilizar la actividad cerebral o realizar ejercicios que
estimulen la misma. Por supuesto es necesario evitar el estrés y la depresión; además
de mantener lo más posible una calidad de vida adecuada y satisfactoria.
Referencia bibliográfica:
Acosta, Brusco, Fuentes, Guerra, Mena, Nitrini, Trujillo y
Ventura. (2012). “La enfermedad de Alzheimer. Diagnostico y tratamiento. Una
perspectiva latinoamericana”. Editorial Médica Panamericana, México.
Licda. María Fernanda Prado
Ocampo.
Psicóloga.
nanared10@gmail.com
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