La OMS define la fibromialgia como aquella
alteración o interrupción de la estructura o función de una parte del cuerpo,
con síntomas y signos característicos, cuya etiología, patogenia y pronóstico
pueden ser o no conocidos. Probablemente se trata de un proceso multifactorial;
como hipótesis se ha considerado que pudiera ser un trastorno muscular
primario, una alteración neuroendocrina o un proceso de tipo psicosomático.
El síntoma más frecuente de los pacientes con
fibromialgia es el dolor, que se desarrolla habitualmente de forma gradual,
afectando de manera progresiva extensas zonas corporales. La angustia en
particular y el estrés psicológico, en general, juegan un papel central en la
experiencia dolorosa y en la morbilidad global de los pacientes con este mal.
A esto se le suma la desesperación e
incapacidad de la persona que está sufriendo, desembocando la depresión por el
deterioro de la calidad de vida, que en ocasiones conlleva a la incapacidad para
trabajar y realizar las actividades de la vida diaria. El paciente se siente
dentro de un círculo vicioso sin salida.
Esta enfermedad además de provocar síntomas
físicos, suelen ir acompañados de síntomas psicológicos como el estrés y la
depresión, también la insatisfacción, las fluctuaciones del ánimo, los sentimientos
de inutilidad e impotencia y la vulnerabilidad psíquica. Constantemente estos
pacientes son ignorados por sus familiares o sistemas sociales, las redes de
apoyo son limitadas y muy inestables, lo cual perjudica la mayoría y el buen
pronóstico de los pacientes con FM. Incluso son estigmatizados por algunos
profesionales en salud, siendo esto desalentador y desesperanzador para estos
pacientes.
Las consecuencias de este padecimiento son alarmantes,
ya que no solo se ve afectado el paciente sino también sus relaciones familiares,
inclusive y con más frecuencia las relaciones de pareja. En donde la culpa y la
impotencia son factores que desencadenan inestabilidad y detona la crisis.
La desesperanza es otro de los síntomas que
forman parte del repertorio de afección para el paciente, esto debido al poco
apoyo e invención terapéutica para disminuir los síntomas y mejorar la calidad
de vida.
Por otro lado se pueden tomar en cuenta
acontecimientos que pueden provocar o exacerbar la condición de la FM
(fibromialgia), siendo estos parte de la historia de vida del paciente, por
ende cruciales para entender el desarrollo de su malestar. Entre ellos abuso
sexual en la infancia, el estrés emocional, víctimas de violencia, abandono y
traumas.
Según Vidal (2006) “en la fibromialgia
existen niveles elevados de depresión, ansiedad, somatización y una mayor
prevalencia de vulnerabilidad psicológica, lo cual contribuye a que demanden
ayuda médica. Así, los pacientes con fibromialgia y vulnerabilidad psicológica
o que han sido sometidos a abuso psicológico, infantil o sexual reportan más
estrés, dolor, fatiga e incapacidad funcional y mayor empleo de medicamentos
para el dolor y uso de sistemas de salud y de medidas de terapia alternativa.”
Loayssa (2011), cita a Walter (1997), en
donde dice: “Los abusos sexuales no serían la única forma de abuso que sufren
estas pacientes ya que con frecuencia declaran haber sufrido abuso físico,
abandono, desatención y maltrato psicológico durante su infancia cuyos
efectos traumatizantes han sido reforzados por nuevos eventos durante la
etapa adulta”
Sin
embargo, la participación del paciente con fibromialgia en actividades
agradables de la vida diaria mejora su calidad de vida, aunque presente dolor
mientras las realiza. Además se ha visto que la aceptación de la experiencia
dolorosa se asocia a menos dolor, cansancio, ansiedad y depresión, mejorando
así la calidad de vida. El restablecimiento de las medidas de autoeficacia,
enfrentamiento, depresión, dolor, estado de salud y actividad de la enfermedad,
que acompañan a la aplicación de programas de manejo de estrés, ayuda a
disminuir el grado de dolor estrés.
Resulta relevante tomar en cuenta las
necesidades y factores psicológicos que intervienen en el padecimiento de la
fibromialgia, ya que el estrés, la ansiedad y la depresión se manifiestan de
forma constante agravando la condición del paciente. Nuevas técnicas y formas
de tratamiento pueden ser instrumento de mejoría y una vía para aliviar tanto
el dolor físico crónico como el dolor psicológico.
Como clave primordial está mantener una vida
saludable con hábitos que favorecen el bienestar, además tomar en cuenta la
terapia psicológica para poder lidiar con el dolor psíquico que conlleva esta
enfermedad, sanando no solo el dolor físico sino las heridas internas, además
probar prácticas alternativas como la relajación, tai-chi, terapia floral,
entre otras para disminuir los síntomas relacionados con el estrés y la
ansiedad, realizar actividades placenteras e integrarse a grupos ya sea de
apoyo o/y recreación.
Además poner en práctica técnicas innovadoras
como la Psicoterapia corporal y la relajación progresiva, técnicas que logran
gran mejoría en los síntomas de manera integral del paciente. Esta técnica es
aplicada junto a la terapia psicológica, en donde la finalidad es la
disminución de síntomas, el dolor y mejorar la calidad de vida.
Licda.
María Fernanda Prado Ocampo.
Psicóloga.
nanared10@gmail.com